El jueves 1° noviembre se conocieron las veinte fotografías seleccionadas, de un total de 109 que se presentaron al concurso convocado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Paraná, y las tres que finalmente resultaron premiadas.
Esta semana, representantes de la institución entregaron el premio a los autores, que consistió en $7.500 pesos para la obra que obtuvo el primer lugar, $3.500 para el segundo y $2.500 para el tercero.
La propuesta del concurso abierto a la ciudadanía fue reflejar en una foto una reflexión, un reclamo, un halago, un deseo, una crítica, una mirada sobre Paraná.
La invitación obtuvo una importante participación de paranaenses de distintas edades y barrios de la ciudad. Hubo 61 participantes y 109 fotografías debido a que cada autor podía presentar hasta dos imágenes. Y el resultado fue una variedad de miradas reflejadas en capturas de alto valor temático, visual y técnico. Así, definió el jurado la calidad de la muestra compuesta por las veinte fotos seleccionadas, que en los próximos días quedará expuesta en un lugar a confirmar. La tarea de evaluar las imágenes estuvo en manos de los fotógrafos y reporteros gráficos Mauricio Garín y Gustavo Cabral, la Arq. Mariana Melhem, y la Lic. Patricia Brumatti, en representación de la Defensoría del Pueblo.
Los premios fueron entregados por el Defensor del Pueblo Adjunto, Pablo Donadío, y la Lic. Patricia Brumatti.
- Jessica Jubilla Nespoli recibió el primer premio.
- Raúl Pierrere obtuvo el segundo premio.
- Romina Mastracho ganó el tercer premio.
Lo que hay detrás de la foto
Jessica Jubilla Nespoli tiene 29 años, es abogada, mediadora y ha hecho cursos de fotografía. Participó del concurso con su obra Donde habitan los olvidados, una imagen del Volcadero municipal de basura tomada en septiembre pasado, y obtuvo el primer premio. Cuenta que se enteró del concurso y se puso a pensar qué imagen podía ser, qué podía comunicar desde su cámara. Buscó material de lectura sobre el derecho a la ciudad, consideró su inclinación por la fotografía comprometida con la realidad y resolvió acudir a un lugar del que había escuchado hablar mucho pero que no conocía. Así llegó en moto, con su novio, una tarde gris de septiembre, a calle Ameghino al final, donde se acumulan las toneladas de basura que produce diariamente la ciudad.
“Como fotógrafa me gusta ir al choque, chocar con la realidad”, dice Jessica y explica por qué al leer las bases del concurso eligió reflejar una situación de vulnerabilidad extrema, inaceptable. “Siempre quise ir al Volcadero y nunca pude. Era un deseo que tenía y esta fue la ocasión”, afirma para luego comentar con un nudo en la garganta lo que le causó esa experiencia. “Me impactó que (las personas) no sólo vayan a buscar para comer, sino que caminen y se sienten a charlar arriba de una montaña de basura como algo natural. Mientras uno tiene mil cuidados, desde el lavado de manos a no pisar mugre, ellos están acostumbrados a vivir así, con la basura. Uno por ahí se queja tanto, y ellos que no tengan para comer me dolió tanto, en el alma”. Dice que esa imagen, esa vivencia, la acompaña desde esa tarde y también, el interrogante sobre cuál es su compromiso para cambiar esa realidad.
En la búsqueda previa de información para llegar al Volcadero, Jessica comenta que le quedó la sensación de que se trata de una realidad con escasa visibilización pese a que también es parte de la ciudad.
Finalmente, comenta que logró la imagen desde el corazón del gran basural, hasta donde llegó en moto, con su novio y su cámara. No tuvo miedo, se sintió bien y una vez de regreso a su casa, recibió comentarios sobre «los riesgos de ingresar sin la compañía de un referente del barrio a un grupo de fuerte pertenencia que detecta rápidamente a gente que no es de la zona».
Raúl Perriere es fotógrafo, reportero gráfico, dedicado ahora a fotografiar eventos culturales y a dictar talleres. Obtuvo el segundo premio con su obra Ribera liberada, tomada en 2016. Fue en el invierno de ese año, exactamente, a las 8 de la mañana de un día patrio: el 9 de Julio, recuerda Raúl. Volvía de cubrir el izamiento de la bandera en el Parque Nuevo, hacía un frío tremendo, había muchísima neblina y decidió recorrer la costa del río, en la zona del Thompson casi lindando con Puerto Sánchez, a ver qué pasaba, si podía captar alguna buena toma.
“Había una neblina impresionante, me quedé un par de horas, se fue disipando un poco, y saqué otras fotos que estaban buenas, con embarcaciones y relacionadas a los pescadores que vuelven a esa horas después de pasar toda la noche en el río, pescando”, rememora. Estaba en eso cuando vio gaviotas que generalmente habitan en la isla de enfrente y que llegan a esta costa en busca de los restos que desechan los pescadores. “Estaba a unos 100 metros y las estaba mirando, sacándoles fotos a algunas solitarias, hasta que en un momento, justo estaba con la cámara levantada, y emprendieron vuelo todas. Les saqué desde que salieron de la playa (Thompson) hasta que llegaron a la isla. Esa fue la situación, muy rica en cuanto a la textura, a los colores. Hay situaciones fotográficas que cuestan pero que valen la pena”, concluye. Y entre tantas fotos surgió la Ribera liberada.
Romina Mastracho se presenta como hija de ferroviario y desde ese lugar explica el sentido de su fotografía titulada De memorias y de olvidos, con la que ganó el tercer premio. Se trata de una toma de instalaciones del Ferrocarril General Urquiza, en Paraná. Sacó la foto en abril de 2017, mientras estudiaba fotografía, y con ella quiso reflejar la fuerte carga emotiva que tiene el ferrocarril en su vida.
Se le humedece la mirada y la emoción también se cuela en su voz cuando habla de aquellos tiempos en que su papá trabajaba en los grandes talleres del Ferrocarril Urquiza, y la estación estaba llena de vida y de luz, con los trenes en pleno funcionamiento.
“Viví mucho la historia del ferrocarril, anduve mucho en tren, sé lo que es ir, esperar en el andén y viajar en tren”, describe y afirma con vehemencia que el paseo en el tren de aquella época es inigualable. “El que no vivió el tren como era antes no sabe lo que es. Lo vivo mucho porque mi papá lo vive mucho: él trabajó durante cuarenta años y de golpe pasó lo que pasó con los ferrocarriles”, relata. Añade que el sentido de la foto es reflejar el abandono y expresar que se trata de un lugar lleno de historia, desaprovechado., de la ciudad.
Romina habla de la composición de su foto y explica que a los costados están los trenes en desuso y en el centro, en el fondo, los talleres. “A mi papá le causó muchísima nostalgia (la imagen) porque ese taller que se ve en la foto era donde trabajaba él”, comenta. Seguidamente, habla de lo mucho que le gusta la historia del ferrocarril y de lo que la entusiasma poder rearmarla a través de la fotografía. Ese es su desafío.
Romina es empleada de un laboratorio que funciona en Colonia Avellaneda y es una apasionada de la fotografía. En los tiempos libres, ha estudiado en talleres y practica.
Los tres premiados coincidieron en remarcar la calidad de la muestra fotográfica, surgida a partir del concurso El derecho a vivir en una ciudad habitable, y admitieron que al ver la totalidad de las obras seleccionadas sintieron que cualquiera de las veinte podía resultar elegidas en los primeros tres lugares.